La reforma educacional de Jack El Destripador

Es difícil evaluar la reforma educacional presentada por el Gobierno, puesto que se está presentando por partes, tal como lo haría Jack. Si se trata de un ‘cambio paradigmático’, resulta confuso que se discutan proyectos de ley de algunos ámbitos de la educación, mientras otros se postergan. ¿Acaso se puede discutir sobre el financiamiento, el concepto de calidad educativa y la carrera docente como si fueran cosas inconexas?

Sin duda el oficialismo responderá que los proyectos de ley correspondientes a las demás temáticas serán ingresados posteriormente. El problema es que  no existirá una visión sistémica de la reforma hasta que el Gobierno entregue los anuncios e iniciativas legislativas cuando estén presumiblemente aprobadas las primeras leyes, las que el Ejecutivo busca aprobar con urgencia (un mes de debate).

Esta reforma ‘por partes’ surge ante la paradoja de un gobierno con nuevas caras en sus equipos, especialmente en la segunda línea, y nuevas banderas, las que toma de los movimientos sociales y fueron postergadas en la larga transición, mientras ejerce el poder de manera tradicional. Se prefirió redactar en unas oficinas el proyecto de ley, cuando esta era una oportunidad única para generar un proceso participativo de discusión abierto a la ciudadanía.

El 11 de marzo podría haber sido el primer día de un proceso de discusión en todas las comunidades educativas: jardines, escuelas, colegios, liceos, institutos, centros de formación y universidades del país. Se podría haber invitado a los apoderados, niños, niñas y estudiantes, vecinos y ciudadanos en general a ser parte de la construcción del nuevo proyecto de educación para Chile.

Desde el punto de vista procedimental, este gobierno no es distinto al de Piñera o el anterior gobierno de Michelle Bachelet, que terminó con un pésimo acuerdo educacional con las manos en alto. Por otro lado, desde el punto de vista de las propuestas de política pública, hasta ahora se aprecia un cambio de rumbo con respecto al pasado. El riesgo es que fácilmente lo primero opacará a lo segundo. La soberbia de la tecnocracia neoliberal enfrentada a una nueva tecnocracia de índole aún ambigua no constituye un salto esperanzador.

Los chilenos y chilenas ya no quieren solamente ser escuchados y representados, sino también decidir. Esto se ve dificultado porque la renovación política también se da por partes, mientras en el Parlamento entró aire fresco en medio de la podredumbre del sistema político; en el movimiento estudiantil abundan dirigentes alejados de la realidad y la ciudadanía, que creen que todo vale, incluyendo tolerar al matonaje y la violencia irracional en las manifestaciones.

El camino hacia delante en este entuerto de piezas incompletas, pasado y presente que conviven como siempre en la historia y la ansiedad por los cambios es incierto. No seré yo quien desde kilómetros de distancia pueda dar respuestas claras, más que las reflexiones que he compartido. Lo que sí está claro es que ese camino solo podrá ser recorrido por liderazgos que compatibilicen una postura crítica-propositiva ante la agenda del Gobierno y una convicción por una movilización amplia, alegre y diversa.

 

Publicado originalmente en El Desconcierto el 23 de mayo de 2014.

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